El arte de la no guerra y de la no enfermedad
- Ricardo Nacach
- 27 may 2017
- 2 Min. de lectura
Unos de los libros más profundos del Taoísmo y de la cultura china, es “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu.

De su lectura, se desprende cuanta similitud existe entre la medicina y las estrategias marciales.
Transcribiré un pequeño párrafo para ilustrar esta aseveración:
Cuenta la historia que un noble de la antigua China preguntó en cierta ocasión a su médico, que pertenecía a una familia de sanadores, cuál de ellos era el más experto en su arte.
El médico, de la más alta reputación en toda China respondió:
“Mi hermano mayor, ve el espíritu de la enfermedad y lo elimina antes de que cobre forma, así que su fama no va más allá de las puertas de su casa”.
“El segundo de mis hermanos, cura la enfermedad cuando todavía es muy leve, así que su fama no va más allá de su vecindario”.
“En cuanto a mi, perforo venas provocando heroicas sangrías, receto pociones y masajeo la piel, así que de vez en cuando, mi fama se extiende y llega a oídos de los nobles”.
En el arte de la guerra, similarmente, dice Sun Tzu:
“el estratega militar superior, es quien es capaz de anular los complots de sus enemigos, el que viene a continuación en excelencia, es aquel que desbarata sus alianzas, el siguiente, es el que ataca sus fuerzas armadas, el peor, es el que asedia sus ciudades”.
Esta recopilación de escritos fue realizada por el autor hace unos dosmil años, y su profundidad y sabiduría son absolutamente vigentes en los tiempos que corren al igual que lo fueron a lo largo de la historia de la humanidad.
Lamentablemente cuando la enfermedad, o el conflicto, explotan delante de nuestros ojos, hay algo que no hemos podido ver, o percibiéndolo anticipadamente, algo que no pudimos corregir a tiempo.
En nuestra práctica, es común detectar en determinados rasgos del temperamento de las personas, o de su forma particular de transitar la vida, la semilla de un futuro problema de salud, es así que los temores, las inseguridades, la angustia, el enojo, la melancolía, los pensamientos obsesivos, pueden ser precursores de diversas enfermedades.
Si a estos estigmas del temperamento se sumaran situaciones favorecedoras, es muy probable que en un tiempo mediato, la salud pueda quebrantarse.
Ejemplos de la vida cotidiana como la pérdida de un empleo, o la enfermedad o muerte de un familiar, o el viaje de un hijo, enojos en el trabajo, o un amor no correspondido, penas, injusticias, mortificaciones, etc., afectarán de diferente forma, de acuerdo a la predisposición individual, y tenderán a desarrollar un desajuste, primero en la circulación de energía, luego en el plano mental y finalmente en el físico.
Si bien cada caso es absolutamente individual, rastrear las profundidades ayuda a comprender que es lo digno de curar, y con ello muchas veces podremos prevenir, otras curar, y en otras paliar los síntomas sin la toxicidad de los medicamentos que no es poca cosa.
Ricardo Nacach
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