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Flores de Plástico

  • Foto del escritor: Ricardo Nacach
    Ricardo Nacach
  • 2 ene 2016
  • 2 Min. de lectura

“Me gusta sentirme libre, no deseo estar atada a nada ni a nadie, así me siento realmente felíz”.

Esta era la carta de presentación de una paciente  de treinta y siete años, en su primer consulta. Los datos personales serán modificados por obvias razones de privacidad, pero el sentido profundo de ese encuentro me parece sumamente enriquecedor . Se trata de una mujer soltera, muy exitosa en su trabajo, vive sola, y consulta por un sobrepeso aproximado de treinta kilos. Su última relación de pareja fue hace unos diez años, y el final de esa historia fue muy doloroso y mortificante para ella. Es una chica de cabello moreno, de hermosos rasgos y una bella sonrisa. Cuando se expresa, lo hace con una gran simpatía y diría que para una mirada poco entrenada, con gran seguridad (“dime de que alardeas y te diré de que careces”). Entender el origen de una enfermedad o de un síntoma, siempre ayuda a la hora de encontrar una solución, y de la profundización de este relato, surge un gran enojo, un temor a volver a sufrir, una inseguridad vinculada con  su ser mujer disfrazada por ese modo tan “canchero” de expresarse. Por todo ésto, se transformó casi con exclusividad en una exitosa ejecutiva olvidándose de su cuidado, de su femeneidad, de sus proyectos más allá del plano laboral, de su salud y de sus antiguas ilusiones . “Es tanta la pereza de hacerme cargo de las cosas, no quiero complicarme la vida ni por  regar una planta….vos te vas a reír Ricardo , pero en mi casa tengo flores de plástico en los maceteros, así cuando viajo no debo preocuparme por ellas”. Que figura tan fuerte resultó el imaginar aquellas flores de plástico, con apariencia externa de perfección, pero sin vida, que muestran una cosa y finalmente son otra. Parecen perfectas, pero no tienen fragancia. Nunca podrán marchitarse, pero tampoco pueden vivir, ni sufrir, ni crecer, ni nada de nada.    Inexorablemente, uno siempre atrae lo que teme, y cuando manifestaba no querer estar atada a nada, la realidad la envolvía en sus propios mecanismos que le impedían conectarse con sus verdaderos deseos de libertad, perdón,  sanación, aceptación  y de  amor. Si el tratamiento que hemos proyectado para ella, la ayudara a  ver sus emociones limitantes de enojo, frustración, temores e inseguridad, si desde las profundidades emergiera su verdadero ser, repleto de amor y dejara atrás su falso ser (EGO) inseguro, temeroso, rígido, torturante y prejuicioso  seguramente florecerá con frescura, con fragancia, con libertad y esperanza. A mi me hizo reflexionar mucho sobre mi propia realidad, espero que te sirva a vos también.


Ricardo Nacach

 
 
 

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